lunes, 29 de noviembre de 2010

LA PALABRA por Juan Mari Montes

PACO IBAÑEZ. Día: 27 de noviembre. Lugar: Auditorio Fonseca. Organiza: Universidad. Entrada: Aforo completo.


Un micrófono para él y otro para su guitarra, una silla y un vaso de agua. Éste es todo el equipaje que desparrama Paco Ibañez en escena para una actuación que en lo esencial no dista mucho de aquel mítico recital grabado en el Olympia hace la friolera de cuarenta años, el doble de edad de los chavales que a esa misma hora bailan ensimismados al otro lado de la ciudad en el multiusos. Como en el 69, suenan los poemas de Lorca, de J. A. Goytisolo, de Quevedo, de Machado, de Góngora, o de Neruda. Y también suena ese verso de Blas de Otero que nos advierte del secreto de esta longevidad y del sentido que tiene la convocatoria: “Nos queda la palabra”. He aquí la diferencia entre el movidón dance del Sánchez Paraíso y el recital de Paco Ibañez en la Universidad. Las hermosas palabras inmortales enlazando sentimientos, invitando a la reflexión, reivindicando un mundo más justo. Así se derrota el olor a naftalina de la cita, se hace poderoso el hilito de voz del oficiante y se convierten en polvo de nostalgia aquellas carreras de los grises que recuerda el progre. Así que ni siquiera hizo falta cantar esa otra de Celaya que decía: La poesía es un arma cargada de futuro.

Publicado originalmente en La Gaceta de Salamanca

viernes, 19 de noviembre de 2010

POSTALES




NATALIA DICENTA. Día: 14 de noviembre. Lugar: Auditorio Fonseca. Organiza: USAL. Entrada: Tres cuartos.

Decía en una entrevista la cantante Natalia Dicenta, que no se ha inventado mejor medicina para la voz que practicar con mucha frecuencia el noble ejercicio del sexo. Es una preciosa teoría, que tiene de cierto lo que el señor Mourinho de gente discreta y educada. De hecho, la certeza de lo contrario llevó en el siglo XVII y XVIII a la salvaje costumbre de seccionar ciertos órganos masculinos de incalculable valor, a esos púberes con aspiraciones operísticas llamados castrati. Por no hablar de los monjes de Silos o las monjas de Erice. Por el contrario, los cantantes que más presumieron en sus canciones de intensa vida sexual (Gainsbourg, Cohen, Waits, Sabina), todos degeneraron en ronquera crónica. Pero a Natalia, el remedio le sirve. Aún resfriada, nos canta bonito y cálido y se arriesga a la aventura de presentarnos en su voz algunas de las canciones que conocemos en versiones inmejorables de genios como Sinatra, Beatles, Louis Armstrong, Billy Joel o Judy Garland. Trae una cuarteto de jazz dirigido magistralmente por Vicente Borland, pianista panameño que también compone y canta como los ángeles. Pelín sobreactuada -¿excesos de su faceta como actriz?-, Dicenta nos regala una velada que sin enamorarnos, nos convierte la tarde del domingo en ese maravilloso álbum de postales que forma el recreo de nostálgicos estándars.

MIGUEL RÍOS por Juan Mari Montes



Enciendo la tele y me pongo a jugar inconscientemente a esa ruleta rusa que supone en estos días manipular el mando a distancia. Pero tengo suerte. Me encuentro nada menos que a Miguel Ríos, uno de esos héroes míticos de mi adolescencia. Retransmiten un fragmento de uno de sus conciertos más recientes, concretamente el que dió hace un par de días en Madrid. También lo entrevistan. Acaba de editar un nuevo disco, un directo grabado en casa (Granada) recogiendo un puñado de sus mejores canciones, algunas de ellas interpretadas junto a ilustres invitados (Ana Belén, Carlos Goñi, Pereza, Rosendo o Carlos Tarque). Con todo, y a pesar de lo bueno que ofrece ese trabajo, esa no es la noticia importante.
Lo importante es el anuncio de que se marcha tras cuarenta y nueve años cantando. Deja de cantar para dedicarse a otras cosas. Una gira más y adiós. Hago memoria y no recuerdo otro cantante que se haya ido voluntariamente. Todos insisten con mucho convencimiento en esa idea descabellada y morbosa de que les gustaría morir en el escenario. Como toreros en la plaza. Lo dicen incluso, cuando ahí, en las butacas ya sólo quedan un par de filas ocupadas por familia y amigos. Y a unos con más dignidad que a otros, a casi todos les vemos descender la pendiente de esa montaña rusa que fue el éxito, la nube de gloria y perecedera fama que se le fue esfumando de las manos.
También en esto, nos da un buen ejemplo, el honesto e inteligente Miguel Ríos. Escribo escuchando “60 mp3”, uno de sus últimos trabajos de estudio, un álbum grabado en 2004, recogiendo los hermosos versos del poeta García Montero musicalizados por el guitarrista John Parsons y el propio Miguel. Y canta la oración que no escuché al Papa Benedicto XVI: “Para que renunciéis a vuestra guerra, yo renuncio a mis dudas, que son parte de mí como la luz amarga del otoño. Y escribo Dios, Justicia, Mundo, y os pido caridad y os lo suplico”.
Chao, Miguel, te echaremos de menos.

lunes, 1 de noviembre de 2010

CORRE LA TORTUGA

MALDITA NEREA. Día: 30 de octubre. Lugar: Multiusos. Organiza: Fundación Salamanca. Entrada: 1000 personas aproximadamente.


Os cuento un secreto -dice Jorge Ruíz, cantante de Maldita Nerea- esta canción la compuse aquí en Salamanca. A continuación atacan “El secreto de las tortugas”, una de las melodías más escuchadas de la actualidad en las radios comerciales con una letra que las chicas corean como si se la hubieran obligado a aprender de memoria en el instituto como antiguamente hacían con los poemas de Espronceda o el romancero del medievo. Y lo cierto es que es una fantástica canción que destaca entre toda esa morralla de la que se nutren las radiofórmulas de hoy, tan llenas de lugares comunes y tópicos gastados. La canción es antigua y venía también incluida en un disco anterior del grupo, que sin el abrigo promocional de su actual discográfica, pasó desapercibida. No es sin embargo, Maldita Nerea, grupo de una sola canción. Es una estupenda banda de pop que baraja con buen pulso sonidos eléctricos y acústicos, elabora textos de sensible y moderna arquitectura y propone dignísimas y contagiosas melodías. Su directo tampoco es la apresurada puesta en escena de un grupo al que la suerte le sonrió de golpe, sino que evidencia marrones de furgoneta recorriéndose el circuito de pequeñas salas. Y uno termina alegrándose mucho de que últimamente la tortuga corra como liebre.

Publicado originalmente en La Gaceta de Salamanca